Evidentemente Rocha Forte no es un castillo marítimo, pero non se puede entender sin su conexión con las Rías Baixas. La mitra compostelana levantó este monumento para defender los intereses políticos con respecto al Concello santiagués, pero también para rendibilizar los beneficios económicos. Se sitúa en una encrucijada de la circulación por tierra hacia al sur (el Camiño Portugués) y hacia el oeste.
Noia, Padrón, Rianxo y Pontevedra constituían el puerto de entrada de los productos que venían por mar, tanto pescado y marisco de las rías como mercancías de prestigio procedentes del mar del Norte y del Mediterráneo. La ensenada de Rianxo, controlada por el arceobispo desde el Castelo da Lúa, era la zona ostrera por excelencia de Galicia.
Una de las rutas que pudo seguir el pescado dende la costa hasta Compostela es ascendiendo el río Ulla, navegable en aquel entonces, y en el que está situado el castillo del Oeste, en el que también se encontraron restos de pescado en excavaciones arqueológicas.
Pero por el mar no solo llegaban alimentos codiciados, también ideas, personas y mercancías de lujo. Las excavaciones arqueológicas nos proporcionan evidencias materiales de un importante comercio a larga distancia. En la época bajomedieval, las Rías Baixas y Altas gallegas eran el epicentro del comercio entre el Atlántico y el Mediterráneo.
Las industrias pesqueras gallegas tenían contactos con centros mercantiles de la Corona de Aragón, sobre todo con el puerto de Valencia. Durante el trayecto, los barcos gallegos hacían escalas en puertos intermedios, como el de Sevilla. En ellos, los gallegos vendían sus mercancías y adquirían objetos de lujo de difícil adquisición en Galicia, como la vajilla decorada de Manises y Paterna.