El castillo se construyó con una función clara: el dominio señorial del territorio. Su localización, a pocos quilómetros de la sede apostólica, lo convirtió en residencia arzobispal de urgencia en momentos de crisis. Un lugar desde el que hacer frente a la agresión u oposición de los compostelanos. Pero también era el centro do control administrativo del señorío, portazgo, lugar para el pago de impuestos por las mercancías que entraban en Compostela y puesto de vigilancia de los caminos hacia los puertos de Padrón y Noia.
La multifuncionalidad de esta arquitectura monumental está fuera de toda duda pero, por encima de todo, era una impresionante instalación militar concebida como escenario defensivo para la guerra. El castillo-residencia de Rocha Forte era una herramienta arquitectónica para recordar, en el día a día, quién gobernaba vidas y haciendas.
En la Baja Edad Media, época en la que se construyó el castillo, Santiago asistió a una ingente expansión de la peregrinación, con el aumento de peregrinos de todas las procedencias pero con una especial incidencia en los del norte de Europa, que llegaban por mar. Crece también en su definición social: desde pobres hasta las más altas de la nobleza y, en algún caso, la realeza, pasando por todos los estratos intermedios de la sociedad del momento, con una significativa presencia de comerciantes.