Las recientes excavaciones aportan información sobre la presencia de materiales del mar en el castillo. Entre las ruinas encontramos mezclados fragmentos de tejas, huesos de animales y restos de moluscos.
El equipo arqueológico registró una muestra de uno de los vertederos y fue enviada a la Universidad de León para su análisis por especialistas en arqueomalacología e ictiofauna. Este estudio proporciona en primicia datos muy interesantes sobre el consumo de estos productos marinos en el castillo. Muestra el intenso tráfico comercial desde las Rías Bajas hasta Compostela. En cuanto a los moluscos, la especie que más aparece es la Ostrea edulis (ostra), seguida de lejos por Ruditapes decussatus (almeja fina) y Venerupis pullastra (almeja babosa), así como Mytilus sp. (mejillón). Por otro lado, los restos de pescado son de Merluccius merluccius (merluza) y Conger conger (congrio).
Tanto la merluza como el congrio son dos especies de gran importancia en la Edad Media. Las fuentes escritas hablan de su presencia en la ciudad de Compostela. Según el folio 87 del Tumbo Rojo de Don Lope de Mendoza, el castillo tenía los derechos sobre ciertas mercancías marinas que pasasen por la ciudad como, por ejemplo: merluza, sardina, congrio y el pescado fresco en general.
Tanto aquí como en otras excavaciones, se registró un detalle nimio pero muy interesante: aparecen vértebras precaudales de merluza. Sabemos que fue en los s. XIV y XV cuando se empezaron a eliminar estas vértebras para la elaboración de salazones. Por lo tanto, la aparición de estas vértebras es una evidencia clara del comercio de merluzas frescas (no manipuladas) desde la costa hacia el interior. La presencia de pescado fresco indica una dieta alimenticia que no estaba al alcance de la gente común. Era todo un producto de lujo que consumía la élite social con poder adquisitivo, hombres como el alcaide del castillo o el arzobispo y su séquito.